A descansar

Hay que hacer lo que sea para descansar unos días.
¿A que salgo bien en este dibujo de Chema para Cambridge University Press?

¡Tenemos carta!


Cuando llega una carta o un paquete, todos nos ponemos muy contentos. Es la emoción de saber que el papel que hay dentro ha viajado desde una casa real, desde unas manos reales, hasta su destino. Para los dibujantes, el trazo de las letras, la tinta, las lazadas de las firmas, forman parte de un lenguaje de símbolos con el que se traban todos los días. Nos gusta enviar dibujos por correo postal, cartas de las antiguas llenas de huellas. El teclado y el ratón (sobre todo el ratón, miau), están muy bien para la inmediatez del correo electrónico, pero encontrarse una paquete postal sobre la mesa es como salir al jardín y hallar una nueva flor por la mañana.

¿Y a qué iba ésto? os maullaréis. Pues iba a que Sandra Comino nos ha enviado un paquete desde Buenos Aires, con números de la revista La Mancha ilustrados por Chema y dibujos de delfines. ¡Gracias, Sandra!

Comienza una historia



En mi tierra llaman albergero al árbol del albaricoque. Tengo que empezar explicando esto porque voy a contar la historia de un albergero recién nacido.



Esta semana Lourdes nos trajo un brote de albergero. Había nacido de un hueso de alberge abandonado en una maceta. Sacó la cabeza de hojas y poco a poco creció diez centímetros. Lourdes lo trasplantó desde su maceta para traerlo. Lo colocó dentro de una pequeña olla de barro.



Cuando llegó al estudio, enseguida se puso a jugar con el sol que entraba por entre las lamas, y trató de imitar sus posturas. Tanto se retorció y se inclinó que estuvo a punto de caerse.





Luego Chema le hizo un retrato en el cuaderno de apuntes, a la hora del té verde. La olla y la tetera, mientras tanto, hicieron buenas migas. Pero con el calor, el albergero casi se quedó dormido.



Por fin, le buscamos una nueva casa junto a la hiedra, le preparamos un buen agujero en la tierra, lo rellenamos de humus de lombriz y lo plantificamos allí. Lo rodeamos de piedritas blancas y algunos juguetes para que le hicieran compañía. La olla se despidió de él.



Pero esa noche, el viento de marzo sopló muy fuerte, y el pobre albergero tuvo que apoyarse en las piedras para no caerse. Había que encontrar una solución para la nueva casa del albergero, porque la primavera siempre llega a este lugar traída por el viento. Discurrimos todos un poco y al fin, ¡miauu!¡Menudo invernadero individual que le hemos hecho con una botella de plástico y una maceta sin fondo! Ahora está feliz. Ya os contaremos sus progresos hacia arriba.



juegos en el tablero


Como ya me han dicho que no araño ni una hoja por este blog, pues pongo esta foto que le he pillado a Chema. Es mi hermano jugando con la gata pequeña a través de la ventana, subido encima del tablero de dibujo, una de las pocas veces que estaba vacío, sin preciosos papeles coloreados que pisar.