Dora soñadora: Libros y cuentos recomendados en otro suplemento escolar


El suplemento escolar del Diario del Altoaragón publicó también reseña de Dora soñadora el pasado jueves 19 de noviembre, pero se me pasó comentarlo en el blog. Me gusta mucho la última frase:
"Los sueños se cumplen... si se cree en ellos lo suficiente".
Creo que da en el clavo.



Y la copio aquí por si se pierde el enlace:


"Gatos y gatas del mundo sueñan con trepar hasta la luna... pero no todos lo consiguen. Esta es una historia de sueños, de amor a los animales y de amistad, en la que sólo quienes crean en los sueños podrán ayudar a Dora y a Fada. El cuento ha sido "soñado e ilustrado" por el oscense Chema Lera, que invita a vivir como se sueña y a creer que los sueños se cumplen... si se cree en ellos lo suficiente."

Dora soñadora, para leer

Me ha hecho mucha ilusión encontrar esta reseña en el suplemento escolar de Heraldo de Aragón que coordina Silvia Rubio. Siempre me entretengo en hojear los suplementos escolares de los periódicos, sobre todo porque a veces publican dibujos que los niñ@s hacen y luego envían a la redacción. Cuando yo era pequeño enviábamos dibujos a los concursos, sobre todo los navideños. En un concurso infantil de dibujos sobre paisajes gané un tercer premio. Se me ha olvidado cuál fué el premio en sí, medalla, galardón o lote de libros, que me correspondió, pero nunca desaperecerá de mi memoria el paisaje que dibujé con ceras duras: media docena de árboles delgados, con troncos que sólo eran una línea sinuosa, muy marcada, rodeados por una valla de madera en medio de un prado. Quizá por eso siempre me gusta dibujar árboles, también tienen su lugar en Dora soñadora.


Dora soñadora, el cuento del cuento


Había una vez una librería en un sótano a la que se accedía por una escalera de caracol. Un día, muchos niños y niñas bajaron los peldaños de esa escalera, y a algunos tuvieron que ayudarles los adultos que los acompañaban. En un rincón de la librería había una mesa redonda, y unas sillas, y tenían la altura perfecta para que niños y niñas se sentaran a leer los libros que había por todos los sitios. Muy cerca de allí, sobre una mesa más alta, no apta para todas las estaturas, había muchas lunas, como si estuvieran en el cielo. Las lunas eran, en realidad, dibujos en la cubierta de un libro. Las lunas brillaban. Las letras grandes también: Dora soñadora.
Al lado de esa montaña de libros de Dora soñadora se abría una puerta sin puertas, una entrada a una sala grande, como de un cine o un teatro. Había sillas para adultos. Y un espacio libre, alfombrado, sin sillas, que invitaba a sentarse. Delante de ese lugar libre, un pequeño escenario, no más alto de dos palmos de manos de niña o de niño. Y, en medio, una enorme caja de madera pintada, con la tapa levantada y unas letras dibujadas como si fueran ramas de árboles y hojas. Niños y niñas se sentaron delante de la caja, a esperar. La espera de los niños también forma parte del juego. La de los adultos es nerviosa, apremiante, con sensación de pérdida. Por eso, en vez de jugar, algunos adultos leyeron las palabras de la caja: Artelera (como Cartelera, pero sin la "c"), érase que se era (así mismo, precisamente así, comenzaban los cuentos antiguos...). Algo iba a pasar. Y pasó.


Patricia Delso, la joven e ilusionante editora de Marboré, que parecía una de las buenas hadas convocada a una fiesta de cuento en un palacio de cuento, anunció la presencia de Isamar Boirabruixa (¿se dice así? ¡es cómo una palabra mágica!). Desde detrás de una columna apareció entonces una mujer muy joven y risueña, con largas melenas y rastas en el pelo, toda vestida de negro. Pintado de blanco, desde su hombro parecía descender por su ropa un enorme gato blanco. Un gato fantasma, o una gata hada. Lo que fuera a pasar tendría que ver con animales, y más concretamente, con gatos. O con gatas.

Su brazo y su mano izquierdos se convirtieron de repente ¡en una preciosa y delgada gatita naranja con rayas blancas! La voz de Isamar cayó sobre los niños y las niñas como un hechizo de brillantes sílabas, y el cuento comenzó a contarse: Dora es un nombre de niña, ¿verdad? Y detrás de ese nombre hay una niña, una niña de piel morena y divertido peinado, la protagonista de nuestro cuento, un cuento que tiene otra protagonista, y se llama Fada... Niños y niñas hablaban, aportaban sus ideas al cuento, ¿por qué no llamar a los bomberos?, a las madres no, no parece que haya que contar con las madres para ayudar en aventuras infantiles... Y acunado por ese armónico conjunto de voces, la de la narradora y las de los narradores sentados en el suelo, el cuento, al fin, terminó.

¿Que para qué estaba allí la enorme caja? Ah, claro, ¡se me había olvidado! En medio del cuento, empezaron a salir pequeños ruidos provenientes de la caja. Isamar fue a ver qué pasaba allí detrás. Introdujo su mano libre... y un pequeño perro melenudo y despeinado se puso a bailar claqué sobre la madera de la tapa. ¿Su nombre, el del perro? Pito. Las risas dieron la bienvenida a la marioneta.

El cuento se había contado, sí, ¿pero quién lo había escrito, quién dibujado? Vino entonces un señor con barbas, vestido con una camisa de muchos colores, y, después de saludar dando las manos a niños y niñas e ignorando descaradamente a la audiencia adulta, contó otro cuento, el cuento del cuento.


La historia de un niño que soñó con ser juglar. Pero en nuestro tiempo no había lugar para los juglares, porque los juglares viven del tiempo perdido, como los niños, y en la sociedad de hoy no hay tiempo para perderlo escuchando las historias de los juglares callejeros, no hay tiempo para perderlo imaginando personajes y aventuras, no hay tiempo para perderlo riendo y llorando sin motivo... Entonces aquel niño que no pudo ser juglar descubrió que lo que soñaba cada noche eran las ilustraciones de lo que había vivido durante el día, y que en realidad todos dibujamos nuestras propias historias cuando dormimos, así que, ni corto ni perezoso decidió traducir con palabras y dibujos aquellos sueños de niño, y así fue convirtiendo vidas en libros. Y esto sí que es algo mágico y misterioso, y por eso, no puede ni contarse.
(Y hasta el duende guardó el secreto)

Lo que cuenta Antón Castro de Dora soñadora...


Reseña de Dora soñadora publicada en el suplemento Artes&Letras de Heraldo de Aragón, por Antón Castro.

Chema Lera se ha especializado en el mundo maravilloso de Aragón. En sus libros, algunos tan sugerentes como ‘Bestiario ilustrado de Aragón’ (Prames), y en programas televisivos como ‘Aragón misterioso’ (CARTV). Parece estar en contacto con el imaginario popular y hablar, a la luz de la luna o en medio de la oscuridad, con las hadas, los duendes, los monstruos o esas criaturas errantes que cruzan los bosques o se esconden en el interior de las casas.
Y, como por arte de magia y color, se le trasvasan al papel. Chema Lera publica ahora en Marboré el libro ‘Dora soñadora’, la historia de una niña que tiene una gata, Fada, y que está en peligro. No se sabe muy bien por qué pero está encaramada en la luna, y por tanto se ha tornado inalcanzable. Dora sospecha que la gata es un animal hechizado capaz de hacer que todos los sueños se cumplan, y también el suyo.
Así, empieza una peregrinación o una divagación mental para hallar a quién pueda ayudarle. Y eso le permite conocer al lector su círculo más íntimo: los monstruos, esas nubes que parecen rebaños de ovejas, los duendes, los árboles que hablan y silban, su amigo Ginés, los dragones.
Chema Lera cuenta esta historia con un texto sencillo, diáfano y sentimental, y lo cuenta gráficamente con gran profusión de colores y de planos, con ilustraciones que celebran el bestiario, el embeleso nocturno, las criaturas (una de las más hermosas es la Luna, esa luna de ojos verdeamarillos) o la fuerza de un mirador con vistas. Chema Lera ha hecho el libro que soñaba. Para los más pequeños, para los que sueñan, para los que necesitan embrujo y un poco de miedo, tan necesario para crecer. Y ha contado con la complicidad de la joven editora Patricia Delso.

Crónicas de cuento (las mil y una Doras soñadoras)


Hubo una vez una ciudad en la que se contó un cuento y luego otro y luego otro... Unas niñas y unos niños escucharon, respondieron y ayudaron con sus palabras a contarlo. Una gata llamada Fada, un perro llamado Pito y un duende de nombre misterioso y desconocido acudieron a la llamada del cuento de Dora soñadora, y arroparon a Isamar la narradora. Después de ese cuento, surgieron otros cuentos, el de Inma y Ainhoa (Lamima) o el de Isabel y Simba (Lamia) , y se conviertieron en crónicas generosas, tiernas y amables, que os invitamos a leer.

Gracias, amigas.


P.D. La foto es de la mismísima Majestad Gata del palacio real de Rabat, que disculpó su presencia en la presentación de Dora soñadora pero quiso transmitir su apoyo a la gata Fada y nos envió desde el mundo de las Mil y una Noches esta imagen (gracias a Guillermo M.), imagen real en todos los sentidos.
En cuanto regrese del todo, contaré mi cuento sobre el cuento...