Tanto dibujar rodeado de gat@s, tenía que pasar: mi próximo libro está lleno de ell@s, con una preciosa gata como coprotagonista, ya os contaré.
(Falta muy poco para que aparezca, a veces he tenido la sensación de haber pasado por un largo embarazo, haber parido y luego, la criatura, desaparecía del nido sin verla... los libros de papel tienen ese inconveniente, parecen diluirse momentáneamente, durante meses, desde que palabras y dibujos salen del estudio para ir a la imprenta hasta que puedes recuperarlos en forma de volumen. Patricia, la editora, me asegura que pondrá la criatura en mis manos de aquí a unos días, tengo tantas ganas de verla...)
Por cierto, estos dos curios@s gat@s hicieron lo que es costumbre en ell@s: primero querían salir fuera de la ventana, en cuanto lo lograron, se pusieron a llamar al cristal para volver a entrar al estudio, y así una y otra vez, ¡hasta que comenzaron a volar papeles y dibujos! (la casa está en el aire, por si no alguien no lo sabía) Menos mal que en ese momento trabajaba los bocetos en el cuaderno y el viento no logró arrebatármelo.
Como esta circunstancia se repite a menudo, resulta que cuando alguien entra en mi estudio de la casa del aire, tiene muchas probabilidades de que algún dibujo revolotee en torno a sus narices, o de ver un gat@ intentando atrapar entre sus zarpas, en lugar de una mosca, un trozo de papel de colores...