Gatos y cuentos a patadas: el proceso
Me han pedido mis gatos que os cuente cómo hago una ilustración, por ejemplo, las últimas que se han publicado en el libro Cuentos a patadas, para el relato de Javier Tomeo "Acordarse y recordar".
Pues señor, todo empezó una mañana bajo el agua... Mejor lo explico de otra manera. Veréis. Por lo general, cuando tengo que empezar un dibujo, las primeras ideas las tengo en la ducha. Debe de ser que el agua me despeja, las imágenes que pueblan mi cabeza se van escurriendo gotas abajo y cuando me seco con la toalla solo quedan las más agarradas al cerebro. Allí ya empiezo a atisbar por dónde iran los tiros, digo los trazos. Y entonces hago tres o cuatro rayujos en el cuaderno pequeño.
Después procuro pasar ratos sentado en mi sillón de soñar, un viejo orejero que perteneció a mi bisabuelo, con una tapicería de flores y agujeros hechos por uñas de gato. Por cierto que es en este momento cuando aparecen ya mis amig@s gatos y se van acomodando a mi alrededor. Parecen quedarse medio dormidos, pero sólo lo parece. Sus cerebros de gatos que ha vivido tantas vidas y han recibido inspiración divina de Bastet y de otros dioses antiguos, no deja de funcionar. Yo creo que son ellos los que me dan las mejores ideas por telepatía, en este caso, telegatía. Y si no, mirad estos ojos de doña Bru recostada sobre la funda de mis pinceles, ¿a que véis miles de misterios en esos luceros verdes?
Después de la ducha y del sillón, vienen los sudores del trabajo. Me pongo con los bocetos a color, hasta que me decido por uno, y con la inercia ya pillada, al tablero de dibujo, preparar el papel humedecido, pegarlo con cinta de carrocero, otra vez lápiz, las primeras y libres pinceladas para los fondos... se me hacen las tantas y menos mal que me quedo acompañado por Gato Pu, que con el calorcito del foco duerme -ahora sí- como un angelito, digo como un diablillo (diapleron).
Pasan los días... no muchos porque siempre hay que correr para entregar las ilustraciones: colores de acuarela y acrílicos, mucho ocre amarillo y siena tostado, recortes aquí y allá, un viejo periódico, los dedos y la camiseta manchados... por fin se ven acabadas.
Es el momento de pedirle su opinión a la gata más sabia del mundo, doña Boletta. No está muy de acuerdo en que esta vez no aparezcan gatos en ninguno de los cuatro dibujos, pero le gusta mucho el pajarillo y la pajarita de papel, tanto que se relame. Después me pide que haga una bola de papel crujiente para jugar: eso significa que mis gatos están contentos con los resultados y que hay muchas otras cosas más interesantes a las que echar la zarpa.